La Semana Trágica


LA SEMANA TRAGICA

Documentos Inéditos sobre la huelga en los Talleres Vasena y las consignas revolucionarias para la toma del poder por los trabajadores

martes, 14 de octubre de 2014

Introducción Histórica a los Documentos



Los tres documentos que se publican son facsímiles de folletos anarquistas "de distribución gratuita", editados entre 1919 y 1920, en previsión de una revolución local como la de Rusia en 1917, donde se planifican rigurosamente las técnicas para la toma del poder por los trabajadores. Conforman por tanto una valiosa contribución al conocimiento del anarquismo histórico en nuestro país. Entre los documentos se incluye el relato de la huelga en los Talleres Vasena, contado por su delegado gremial, un testimonio largamente buscado por los investigadores de los cruentos sucesos de la Semana Trágica...

"Mi tarea consistía en reunirme en alguna esquina con dos o tres desconocidos que tenían la consigna de volantear desde lo alto de la pullman de los cines las proclamas antiimperialistas en defensa de la “patria del proletariado”. Y como rutina había asumido, no del todo voluntariamente, la obligación de vender el periódico partidario Nuestra Palabra entre los obreros de mi barrio que, entre incrédulos y burlones, me perdonaban la osadía por tratarse de un joven vecino que andaría en cosas raras, y que tal vez no supiera que me comprometían.

El comunismo estaba prohibido y el código de la época obligaba a delatar a sus simpatizantes. Circulaban entonces en la clandestinidad los rumores de torturas al estudiante Bravo, denunciadas por el médico forense Juan Ingallinela, quien tuvo que exiliarse. Yo recuerdo haber tirado bajo las puertas de las casas cientos de volantes que expresaban el repudio del partido por el hecho, que era condenable, pero lo era 
también olvidar que en la Unión Soviética se deportaba a Siberia por desviacionistas y fascistas a los dirigentes que no gozaban de las simpatías de Stalin.

Para el partido fueron purgas de traidores.

Uno de los pocos momentos gratos de mi corta colaboración con el partido fueron las noches en que, para disimular las pintadas, tenía que reunirme con alguna compañera. Nos apretábamos en las sombras contra la pared elegida como si fuéramos una pareja y yo escribía la consigna de turno rubricada con la hoz y el martillo. A pesar de la romántica fi cción me queda el recuerdo de haber asumido la caracterización de un personaje de las novelas de Andreiev. En cambio, recuerdo los bostezos que tenía que reprimir cuando nos reuníamos a estudiar el texto de la primera edición del libro 30 años de Historia Argentina, de Juan José Real, publicado por la editorial Fundamentos. Nadie disentía. Estábamos adoctrinados para asentir. No para ejercer la autocrítica. De eso se encargó años más tarde el autor al retractarse de ese escrito, después de haber sido expulsado del partido.

En aquellos días volví a recordar a los anarquistas. La pista para encontrarlos me la ofreció el propietario de un kiosco de diarios de la calle Brasil. 

Me dio las indicaciones donde podía comprar La Protesta. 

El encargado de vender el famoso periódico anarquista era un viejito español que se paraba los domingos por la tarde junto a las puertas de la estación Constitución. Después de invocar el nombre del kiosquero como santo y seña sacaba un ejemplar arrugado del interior del saco y me lo entregaba con una..."